¡Brilla cadenita que tu moho llega! -Por Heber Reyes-
Por: Heber Reyes
¡Brilla cadenita que tu moho llega!
En mis años de niñez, muchas veces escuché a algunos adultos decir: ¡Brilla cadenita que tu moho llega! Y créame que, con el pasar de los años es que he ido entendiendo el peso de esa frase tan real que aplica a nuestras vidas cada día.
El brillo que exhibe una cadena es, la juventud de un ser humano cargado de sus bríos internos y externos, acompañado de todas sus fuerzas, energía y de la belleza que recibimos como premio de la creación.
Es una etapa en donde las personas nos sentimos autosuficientes y muy determinantes en nuestro accionar, y es, donde nosotros como cadenita mostramos nuestro supuesto «valor y lo importante» que somos en nuestra sociedad.
Y así vivimos, sin darnos cuenta que algún día nuestro valor en el mercado de ésta sociedad bajará, y que muy pronto estaremos en el anaquel de la vida. Aquel, que exhibe el valor real de lo que fuimos y de lo que hicimos. Porque vivimos la vida, tratando de ponerle el valor y el precio más elevado, sin saber que mañana, es la vida misma la que nos mostrará como un producto al dos por uno, en donde los años y el tiempo se encarguen de hacer su trabajo, y nos pasen la factura que un día no esperamos pagar. ¿Ves que todo es vanidad?
Desafortunadamente, este tipo de escrito no le gusta a muchas personas, porque retrata la vida de cada quien, y porque provoca un choque emocional con nuestros actos y nuestra conciencia, en donde, por lo general, este enfrentamiento lo gana la conciencia, nos arrodilla ante ella y nos hace ver culpables y miserables de nuestras acciones egocéntricas.
Para nadie es un secreto que el tiempo en que estamos viviendo hoy día, es un tiempo de poca reflexión y de mucha exhibición, en donde las personas quieren brillar sin miedo a las consecuencias venideras de sus actos y su mal menejo circunstancial. Simplemente la gente quiere brillo, sonido, connotación, aplausos, fanfarrias y algarabías, y muchas de ellas no van a parar hasta conseguirlo, y harán lo que sea necesario para ser tomadas en consideración, hasta lograr sus muy infelices minutos y tiempo de fama y de dinero, porque la agonía de sus motivos es más fuerte que la conciencia que les grita: ¡Detente!
Sin embargo; esta generación de cristal, débil y sutil, que se hace acompañar de muchos otros cómplices irresponsables de generaciones anteriores, no saben ni en lo más mínimo que el brillo por el que tanto se desvelan, se consigue por el trabajo honesto fruto de nuestro esfuerzo y sacrificio, en donde cada persona le aporta a la sociedad el valor real de lo que somos o podemos ser mañana.
Es lamentable ver y escuchar, cómo se han invertido los papeles tras la conquista de la «fama y el éxito», y aunque muchos quieran hacernos ver que los tiempos han cambiado, yo prefiero la educación y la cultura mas que el lenguaje soez y la descomposición mental del que muchos promocionan y le sacan provecho y que al mismo tiempo, envenenan las mentes de nuestros hijos y toda nuestra sociedad.
¡Prefiero leer mil veces y de principio a fin, el Manual de Historia Dominicana del destacado escritor e historiador dominicano Frank Moya Pons, antes que perder el tiempo escuchando las letras de las canciones del Alfa y de Omega!
¡Prefiero leer mil veces los poemas de Pedro Mir, considerado el poeta nacional dominicano, que mal invertir mi tiempo escuchando a un tal poeta callejero!
¡Prefiero escuchar mil veces las sinfonías del real Wolfgang Amadeus Mozart, que los inventos efímeros de un urbano que se hace llamar Mozart La Para!
Si eres de los que piensa que el tiempo ha cambiado, te recuerdo esto: «Quienes pasan son las personas». El tiempo es el mismo hoy, mañana y siempre.
Es cierto que las sociedades han cambiado, no el tiempo, cuando el reloj deje de tener 24 horas, cuando desaparezca el conteo de los días, las semanas y los meses del año, ¡ahí veremos el fin! De lo contrario, todo lo que hoy hemos visto cambiar es, fruto del desarrollo y la mentalidad del ser humano, ya sea, para bien o para mal.
Finalmente, me quedaré con la cadenita del «Manual de Historia Dominicana» de Frank Moya Pons, los sublimes poemas de «Hay un país en el mundo» de Pedro Mir y las clásicas notas musicales de las sinfonías de Amadeus Mozart.
¡Se brilla con educación y cultura!