El consejo que nadie desea escuchar: ¡La verdad!

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El consejo que nadie desea escuchar: ¡La verdad!

Por: Heber Reyes

Los seres humanos somos iguales ante Dios y ante las «leyes terrenales», sin embargo; no todos actuamos iguales y nos comportamos de distintas maneras, algunos, sin importar el resultado, mucho menos sin medir las consecuencias. Y es que, cada persona tiene el legítimo derecho de actuar a como lo considere necesario de acuerdo a su a modo de actuar y manejarse ante una sociedad que lo observa todo. Lo repito: «Todo». ¿Cómo así?

La sociedad tiene ojos por todas parte y muchos no nos damos cuenta que, nuestro accionar va dejando huellas, esas huellas que definen su vida y su camino. Y aunque usted no lo crea, siempre es y será así.

¿Nuestras huellas? Si, así como lo usted lo ha leído… Y digo esto porque, son muchas las personas que están viviendo con el, «¡a mí qué me importa!» en sus vidas. Y es ahí donde está el gran problema, el «orgullo» que vive por usted, y no usted, viviendo una vida orgullosa llena de sus buenas acciones.

En verdad, los seres humanos somos muy complejos, a veces, no aceptamos consejos, sugerencias y opiniones, porque entendemos que nadie está a nuestra altura para hacerlo, o simplemente porque entendemos que cada quien debe vivir su vida y dejar que los demás vivan. En principio parecería ver este criterio muy razonable, pero por lo general, los consejos, sugerencias y opiniones, llegan cuando algo no anda bien en nuestras vidas.

Para estos casos, siempre será necesario vestirnos de sensatez, nobleza y humildad, y dar uno o dos pasos hacia atrás, y ver qué tanto nos aportan las sanas opiniones cuando vienen de personas que muchas veces no están ni en los más cercano de nuestro ambiente familiar, social y laborar. Imagínese, si esa opinión llegara de alguien cercano a nosotros, ¿se daría cuenta que alguien le importamos? ¡Piénselo!

Si bien es cierto que todos erramos, pecamos y fallamos, no menos cierto es que, también debemos entender que, no siempre nuestras fallas serán aplaudidas. Es por eso que, aunque no nos guste lo que otros pudieran decir, tampoco nos cuesta trabajo ponderar y pensar en el razonamiento ajeno que pudiera enderezar nuestro accionar.

La vida es difícil cuando nos encerramos en nuestras propias ideas y dejamos que todo pensamiento que pase por nuestras mentes, decida por nosotros y no nosotros por ellos. Escuchar las opiniones ajenas, debe ser un ejercicio mental que debemos ponderar, aunque venga del chismoso más necio, porque al final, ese rumor que crea el chismoso es, la alerta para nosotros coger y dejar.

Finalmente, el consejo que nadie desea escuchar, puede ser esa verdad que nosotros conocemos y que llevamos dentro, pero aún así, forzamos el pensamiento e imponemos nuestro criterio, por encima de nuestro propio bien y nuestra propia verdad.

Si en caso contrario el razonamiento no puede ante el accionar desproporcionado de las personas, no pierda su tiempo aconsejando y deje que los demás vivan su vida, porque al final, se cumplirá el adagio que decía mi padre: «El mucho josear gasta la trompa».

Moraleja: A quien bien se aconseja, nunca yerra.

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