Los zapatos que nadie se pone, «los del prójimo» -Por Heber Reyes-

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Por: Heber Reyes.

Los zapatos que nadie se pone, «los del prójimo».

Los únicos zapatos que nadie quiere ponerse porque son los que nos hacen ver y sentir el dolor y la impotencia ante los demás, son los «zapatos de tu prójimo».

Esta triste frase, retracta las visisitudes y la impotencia en muchas personas, que de alguna u otra manera han pasado o vienen pasando, algunos momentos de su vida más triste, ya sea, en su núcleo familiar, social, laboral, escolar, religioso, político, deportivo, etc.

Sin lugar a dudas; ponerse los zapatos de tu prójimo, constituye uno de los actos más noble, bondadoso, solidario y humano que una persona pudiera hacer ante la situación que alguien pudiera estar atravesando. ¿Por qué? Porque es, simplemente usted asumir esa situación como suya, en donde, el aspecto solidario reemplaza el momento crucial de desesperación o de impotencia de esa persona que siente tener las manos amarradas y sin nadie que lo defienda.

Desafortunadamente, estar en los zapatos de nuestros semejantes es un acto que no todos estamos dispuestos a meter nuestros pies, ya que, tendríamos que dejar a un lado, el confort y la buena vida en la que muchos se han acomodado. Por ejemplo: «Alguien en una ocasión visitó una clínica, y al momento de llegar en su vehículo, esta persona no encontró parqueo y decidió dejar su carro justamente detrás de otro vehículo que si estaba estacionado de manera correcta en un parqueo». Cuando la persona del vehículo estacionado llegó, se encontró con el desagradable momento de ver su vehículo bloqueado.

Esta persona no podía creer lo que sus ojos veían, su carro obstaculizado, el dueño del otro vehículo no aparece, y una gran cantidad de personas que observaban la desesperación y frustración de esa persona, que dicho sea de paso, era una doctora que acaba de salir de su servicio de 24 Horas trabajo en ese centro hospitalario, cansada, trasnochada y con los nervios que poco a poco la llevaban al nivel de la más alta desesperación. Al mismo tiempo, algunas personas vociferando: ¡Pínchale las cuatro gomas a ese abusador que te bloqueó! Otras decían: ¡Rómpele los cristales, ráyalo o explótale las luces! ¡Qué momento tan desesperante por la que estaba pasando esta persona que sólo necesitaba irse para llegar hasta su casa a descansar!

Pero, como lamentablemente nadie quiere verse en los calzados de su prójimo, la conciencia humana de esa doctora pudo más que su desesperación y el agitamiento de los mirones. Al cabo de pasar unas dos horas, se acerca un señor de avanzada edad para abrir ese vehículo, a lo que la doctora le preguntó: ¿Usted es el dueño de ese vehículo? Y el señor con rostro de tristeza le respondió: ¡Si, yo soy el dueño de este carro! El señor continuó diciendo. Le pido perdón por el mal momento que usted ha pasado al yo dejar mi carro bloqueando el suyo.

Estoy pasando por un mal momento desde ayer, cuando me dieron la triste noticia de que mi esposa falleció en este mismo lugar. Vine a buscar la certificación del fallecimiento de mi esposa, no encontré parqueo y pensé que dejando el carro aquí podría hacer la diligencia rápido, pero no fue así. Me tomó mucho tiempo, mas aún así, todavía no me han entregado el documento. ¡Créame! No sé qué hacer, mi esposa fue mi compañera de toda la vida y ahora no sé qué voy hacer con los cinco hijos que tuvimos juntos. ¡Perdóneme!

Todos los que estaban escuchando el relato de ese señor, se quedaron cabizbajo y sin palabras, al igual que la doctora.

¡Esta fue una verdadera lección vida!

¡Este es un gran ejemplo de porqué en algún momento de nuestras vidas debemos ponernos los zapatos del prójimo!

Mientras muchos nadan a favor de la corriente, todo es bueno y todo es fácil. Pero, cuando tienes que tratar de sobrevivir en contra de la corriente, en ese momento te puedes imaginar las vicisitudes de lo que podría ser tu último momento de suspiro.

Esta reflexión, debe poner a pensar a muchas personas que viven sus vidas fruto de las coyuntura y el momento que les favorece y que sólo ellos son los que tienen la razón, aun estando equivocados.

La vida es un ir y venir, es como un columpio, que sube y baja, y que cuando deja de subir y bajar, nos pone a todos en un mismo punto de partida, porque nada en esta vida es eterno, sino mas bien, todo es pasajero.

Finalmente, la vida no se vive de coyuntura, ni de momentos, se vive del amor y de los buenos actos que podamos dejar como huellas en el pensamiento de los demás y del legado humano que dejaremos en nuestro paso en esta tierra y vida pasajera.

Hacer bien, no tiene colores ni banderas, tampoco hace excepciones, simplemente es, dar lo mejor en favor de quienes más lo necesiten.

Si no lo entiendes así, no estas preparado para ponerte los calzados del próximo o de tu hermano.

«Que nadie busque sus propios intereses, sino los del prójimo».
1 Corintios 10:24

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