Por: Luis Teodoro Reyes Henríquez
Responder a esta pregunta implica analizar varios elementos que de manera simultánea inciden en el precio de la moneda extranjera (dólar) localmente. Para ello, es clave iniciar por el análisis de la balanza de pagos, en específico, la cuenta corriente. Si se observa el desempeño de la cuenta corriente en 32 trimestres comprendidos entre 2016-2024 se evidencia un marcado quiebre de tendencia a partir de 2020. Como se sabe, la fuerte desaceleración del comercio internacional y la inversión extranjera, así como, la prohibición del turismo y la merma significativa de remesas creó un choque con alto impacto en los precios y el producto.
Los efectos de este choque, aún en 2025, persisten sin una tendencia clara a revertirse a resultados prepandemia. El efecto rebote de 2021-2022 disparó las importaciones, la renta de inversión (intereses y dividendos pagados al exterior) y los fletes a niveles nunca antes observados debido a múltiples factores como 1) la deuda no prevista para lidiar con los efectos de la pandemia, 2) el tapón en la cadena global de suministros, 3) las tensiones geopolíticas y 4) el arribo de la administración Trump al gobierno norteamericano. Si bien las exportaciones, las remesas y el turismo lograron repuntes importantes postpandemia, no fueron significativos para reversar de manera importante el resultado de la cuenta corriente.
Por su parte, la cuenta financiera, amortiguó parcialmente el déficit a través de la inversión directa desde Estados Unidos, España, Canadá y México en los sectores de turismo, energía, inmobiliario, comercio y zonas francas. Mientras que la inversión de cartera coadyuvó, principalmente, a través de las emisiones de bonos del estado dominicano en los mercados internacionales. Durante el mismo periodo, los activos de reserva compensaron cualquier brecha de divisas para el financiamiento de desequilibrios de balanza de pagos y, en última instancia, intervenir en el mercado cambiario.
Con este contexto analicemos hasta donde es posible 2025. Los datos integrados de balanza de pagos y posición de inversión internacional se tienen hasta marzo, lo que no permite una mirada integral de flujos y saldos externos a septiembre. Sin embargo, hay dos elementos que si permiten aproximar efectos en el mercado cambiario. Uno, es el propio tipo de cambio y el otro corresponde a las reservas internacionales. Primero, hasta marzo de este año, la tasa de cambio oficial proyectada se situó en 63.75 pesos por dólar. Segundo, el tipo de cambio efectivo hasta la mitad de septiembre se colocó en 61.11 pesos por dólar con dos picos, uno en marzo (62.90 pesos por dólar) y otro en septiembre (63.17 pesos por dólar). Y tercero, la revisión oficial a junio 2025 colocó el tipo de cambio en 61.19 pesos por dólar.
Es evidente que más allá de la efervescencia generalizada de la opinión pública por el precio del dólar y el efecto en el bolsillo que todos estamos sintiendo, las estimaciones de tipo de cambio fueron precisas. La pregunta llana es, ¿será posible revertir esta tendencia en el corto plazo? No, no es posible. ¿Y contener el tipo de cambio? Si, hasta cierto punto y es lo que hace el banco central a través de su política cambiaria. Para nadie es un secreto que uno de los precios más controlados en la economía dominicana es el precio de la moneda extranjera (dólar) localmente.
Una de las armas más efectivas, además del racionamiento interno, corresponde a las operaciones de compra y venta de divisas cuyo efecto en las reservas internacionales es directo a través de la balanza cambiaria. A agosto, las variaciones acumuladas de las reservas brutas se colocaron en 500 millones de dólares con disminuciones de saldo en enero, marzo, mayo, julio y agosto lo que corresponde a ventas de reservas internacionales para contener los efectos domésticos de los movimientos del tipo de cambio. Sin información integrada de flujos y saldos externos a hoy (septiembre), no es posible analizar el desempeño tanto de generadores como de consumidores de divisas y cuanto de la brecha ha sido financiada con inversión directa y de cartera.
Sin embargo, si es posible a partir de la tendencia de años anteriores contestar a la pregunta de qué pasa con el dólar en el país. Una economía, pequeña y abierta como la nuestra, está más expuesta a los efectos de cuenta corriente que dé cuenta financiera. En términos simples, los movimientos del precio del dólar son producto, principalmente, del déficit comercial estructural, es decir, se consume más y a mayores precios del resto del mundo. El efecto de movimientos de capitales especulativos, e incluso los cambios en la tasa de política monetaria de la Reserva Federal, es muy bajo o nulo porque la inversión directa es estable y no responde directamente a movimientos de tasas de interés internacionales y la inversión de cartera, fuera de los bonos soberanos emitidos por el estado dominicano, no es atractiva por lo poco profundo del mercado financiero doméstico.
Eso significa que nosotros, como agentes en la economía doméstica, debemos comprender que el movimiento del tipo de cambio y, en particular, la depreciación, es un fenómeno normal que trata de contenerse por el efecto directo en el bolsillo de la gente, sin embargo, su control es imposible. ¿Por qué? Porque el precio del dólar refleja los miles de transacciones que diariamente todos los dominicanos hemos decidido hacer libremente adquiriendo bienes, servicios y activos no financieros con el resto del mundo que van desde una compra por TEMU o AMAZON, una suscripción a NETFLIX o SPOTIFY o una compra de vehículos y maquinarias para la producción. Así que no es cuestión de pedir que suba o baje el precio del dólar, es cuestión de que cada agente gestione consciente y racionalmente sus decisiones de consumo e inversión ante fenómenos no controlables y escenarios altamente inciertos.
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